La dependencia emocional es una adicción hacia otra persona y como tal, genera una necesidad que puede llevar a renunciar a la propia libertad y lo que es peor, a la identidad, puesto que la adicción por otra persona lleva a dejar de ser uno mismo por ser como se supone que al otro le gustaría.
La propia vida, gustos, deseos, intereses personales, y hasta la propia imagen gira en torno a agradar a esa persona.
En aras de ese deseo muchas personas pierden hasta su propia dignidad ya que entregan el poder absoluto a su pareja en su pretensión de gratificarla y lograr el amor y la valoración que obviamente no se tienen a si mismas.
Cómo alguien, cómo la pareja podría otorgar el valor que ya por naturaleza a cada persona le es dado?
Claro está que la falta de amor propio no puede enamorar a nadie, aunque si facilita la apropiación del otro para sostener el poder.
Que poder?
El que las personas adictas emocionales ofrecen a sus parejas de adueñarse de sus vidas a cambio de cierta falsa felicidad que finalmente lleva a derramar muchas lágrimas.
Suelen ser relaciones con rupturas reiteradas y con hondo dramatismo, abandonos mutuos y reconciliaciones prometedoras de cambios que seguramente nunca sucederán.
En ocasiones la persona dependiente comienza idealizando a su pareja y menospreciándose a si misma con la falsa idea de que quién podría quererla o desearla tanto como él y es que el valor propio está puesto en el valor que el otro le dé.
Hasta que llega el momento en que a la persona dependiente ya no le gusta en realidad como es el otro y como es tratada pero queda sumergida en una constante lucha de la que es muy difícil salir.
Queda atrapada en el temor al fracaso y en una penosa obstinación por continuar intentándolo, aun sabiendo que así no se puede seguir, vuelven a intentarlo.
En ocasiones estas relaciones están signadas por el maltrato físico o emocional y claro está, por el auto-maltrato y auto-desvalorización.
Romper con una relación es muy doloroso al reconocer que las propias ilusiones y proyectos no se han logrado.
Puede resultar injusto pensar que se invirtió tanto para nada.
Es preciso enfrentarse con el dolor, la angustia y la confusión que genera la ruptura para dar lugar a la posterior sensación de soledad, tristeza, rencor y hasta culpa por no haberlo logrado.
Es fundamental tomar conciencia de la realidad y aceptar que no funciona, que aporta más dolor que gratificación.
Si se logra analizar la trayectoria de la relación y constatar cuanto se ganó y cuanto se perdió, tal vez se logre afrontar la situación.
Es preciso contar con ayuda profesional y con la contención de amigos y familiares que posibiliten una evaluación objetiva que contribuya a enfrentar el desenlace.
La persona dependiente emocional, repetirá este patrón de conducta en futuras relaciones si no recibe ayuda psicológica y la contención de su entorno.
Es preciso aprender a encontrarse en soledad con uno mismo y resolver las causas que llevan a establecer este tipo de relaciones tan tormentosas.
Darse tiempo a la reflexión y al encuentro con uno mismo ayuda a reconectar con la propia esencia, con el propio ser.
Para pensar un poco sobre esto, les dejo un precioso fragmento de Mario Benedetti.
Chau número tres.
Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol y tus amaneceres
Sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
segura sin seguro
Te dejo frente al mar descifrándote sola
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota
Te dejo sin mis dudas
pobres y mal heridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía.
Pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas,nunca creas
este falso abandono
Estaré donde menos lo esperes...
Estaré en un lejano horizonte sin horas
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