Al abrir esa puerta-ventana decorada con transparentes cortinas de finos volados, se podía ingresar al balcón, desde donde se veía asomar el sol,volar las nubes, brillar la luna y recibir la fresca brisa húmeda del Río de la Plata.
Estaba en el quinto piso, daba a los fondos de los demás edificios de la manzana (ver fotografía).
Cuando empezaba a caer la tarde se impregnaba de cálidos aromas a pan recién horneado que provenía de las panaderías de los alrededores.
Había plantas y flores multicolores entre dos reposeras rojas en las que Ellos solían pasar gratos momentos, disfrutando la placidez de su compañía, mientras bebían de sus copas de vino y se deslumbraban con los fuegos artificiales que cada día les regalaba la noche.
Desde allí, observaban divertidos un grupo de mujeres dominicanas que bailaban, lavaban ropa y se acicalaban, preparándose para su trabajo nocturno.
Desde balcones vecinos, los niños arrojaban juguetes a las terrazas.
Un edificio en el que se alojaban unos ocupas peruanos, podía apreciarse, antes que se incendiara una noche. Entre sirenas de bomberos,se escuchaba su clamor. Hoy se puede ver, ya vacío y quemado.
No pocas veces la lluvia los sorprendía divertidos, entre juegos y complicidades.
Una noche se desencadenó una tormenta, de esas que solían ocurrir frecuentemente.
Ella buscó ansiosa sus brazos, que alguna vez supieron acogerla, deseaba que la cuidara.
ÉL temblaba de ira y miedo, no comprendiendo qué le pedía.
La noche cayó en un profundo y tenebroso vacío, él buscó su refugio más seguro en el silencio.
La tormenta no cesaba y Ella se recostó, sola, a su lado, ansiando que llegara la mañana y saliera por fin el sol.
Al amanecer del siguiente día, Ella se levantó primero, lo esperó en el balcón mientras un pequeño rayo de sol anunciaba la mañana.
Nunca llegó.
Pasó sin verla, como si no estuviera, tenía sus ojos de hielo y ráfagas de fuego seguían sus propios pasos.
Cruzaron sordas palabras, en un tenso silencio.
Ella con dolor y desesperanza juntó algunos pedazos de sueños rotos y se marchó.
El ensombrecido de confusión e ira contenida, pretendiendo que con ella se alejarían para siempre sus tormentas, la dejó partir.
Adri. (Setiembre de 2014).
Reflexión:
Es todo un trabajo en la pareja crear un espacio propio que les pertenezca, ya que cada uno proviene de historias y creencias diferentes, tendiendo ambos a defender su propio territorio de individualidades.
Una verdadera comunicación es requisito indispensable.
Una vez que se apagan los fuegos artificiales que inauguran a la pareja, si no logran un adecuado nivel de comprensión, flexibilidad, confianza mutua que de lugar a un espacio compartido, en el que la intimidad física, psicológica y emocional posibilite una relación de amor sano y maduro, inexorablemente sobrevendrá la ruptura.
Si frente al desencuentro, cada uno niega sus partes oscuras y adjudica la responsabilidad en el otro, no es posible que cada uno mire dentro suyo y asuma sus errores y responsabilidades.
De esta manera se corre el riesgo que el otro se convierta en un verdadero enemigo.
Todo aquello que se esconde a si mismo, suele proyectarse en el otro como un espejo convirtiéndolo en objeto de sus propias necesidades o en un receptáculo sobre quien liberar sentimientos de culpa y opresión.
Adri, (Setiembre de 2014)
Fotografía tomada desde el balcón. |
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Obra de Osvaldo Guayasamín(1919). La edad de la ira. |