sábado, 25 de junio de 2016

LOS ESTEREOTIPOS DE GÉNERO COMO GENERADORES DE VIOLENCIA EN LA FAMILIA.

La violencia familiar ha sido definida como toda forma de abuso que se da dentro del contexto de las relaciones familiares.
Y es que la familia no siempre es un lugar de crecimiento que propicia la formación de seres humanos sanos, sino que suele ser el ámbito en donde surgen las  situaciones de violencia que servirán como modelo de conducta y de comunicación determinando vínculos francamente patológicos.
Pareciera que las problemáticas interpersonales dentro del seno familiar solo pudieran resolverse mediante conductas violentas

Se observa cada vez con mayor frecuencia que la comunicación, entre los miembros de la pareja y en la familia, se caracterizan por la intolerancia y la violencia.

Cuando se suscita un conflicto, se destaca el predominio del autoritarismo, en el que la distribución del poder sigue los parámetros dictados por estereotipos históricos y culturales.

Los varones que ejercen violencia contra su familia, suelen haber sufrido maltratos en su hogar y/ o haber presenciado el ejercicio de la violencia entre sus progenitores.

Así mismo, las mujeres maltratadas refieren historias de violencia en su infancia y se evidencia estereotipos y ejercicio de roles femeninos y masculinos sumamente rígidos, caracterizados por un padre autoritario y una madre sumisa.

Los varones suelen adoptar conductas compensatorias agresivas frente situaciones vividas en la infancia en forma pasiva, es decir pasando del rol de víctima al de victimario, ya que ésta sería la única forma de asumir el poder y ejercerlo sobre los miembros de su propia familia.

Las mujeres incorporan actitudes de pasividad y sumisión, ubicándose naturalmente en víctimas de maltrato, asumiendo sentimientos de culpa e indefensión, negando o minimizando muchas veces la situación como mecanismo de defensa. 

Los intentos de la mujer de detener las escaladas de la violencia suelen engendrar impotencia y más agresividad por parte del varón que se niega a perder el poder, pudiendo llegar al femicidio en el peor de los casos.
Al decir de D.H. Lawrence las mujeres tienen voluntad doble: la de obedecerse, a fines de preservarse y la de obedecer al hombre, evidenciando en ésta actitud una abnegación que da cuenta de la estructura patriarcal que rige desde su historia personal.

En mi experiencia profesional con mujeres víctimas de violencia he podido observar que lleva cierto tiempo reconocer la problemática y el malestar interno, despojarse de creencias y estereotipos arraigados en la cultura y re aprender nuevas formas de vincularse en las que a partir de reconocer su dolor, vergüenza, culpa y cierta complicidad basada en el silencio y el miedo, puedan desnaturalizar los vínculos violentos y reforzar la identidad femenina desde otra perspectiva que incluya el amor propio, la dignidad y el rescate de valores y potencialidades.

Es una tarea ardua y compleja aunque posible si hombres y mujeres asumen el compromiso de cambiar desde el seno de la propia familia y desde la subjetividad personal los estereotipos arcaicos que tanto sufrimiento dolor y muerte han desencadenado a lo largo de nuestra historia.

De cada uno de nosotros depende poner un granito de arena, en aras de una vida sin violencia.


Adri Gorostordoy ( Junio de 2016)

sábado, 9 de abril de 2016

Moreno, un silencio que hace ruido



Conocí a Moreno cuando tenía 16 años, en un pueblo donde pasé mi infancia y mi adolescencia, era un chico de barrio, delgado y apuesto.
Tenía impetuosos 18 años.

Usaba pantalones bombilla que delineaban perfectamente sus delgadas piernas, tenía un sugestivo lunar en su rostro, que adornaba el borde de sus finos labios.
Conducía un Peugeot azul, desde el que me miraba sonriente, tímido, silencioso e inquisidor, cuando pasaba por la vereda de mi casa, la casa de mi pueblo, esa casa donde crecí, enfrente del ferrocarril, la que ya no es mi casa pero el pueblo, todavía sueño con los trenes que eran el corazón palpitante de aquel lugar querido.

Había nacido, según sus anécdotas, en algún lugar del sur de Argentina.
Relataba que había estado en más lugares de los que podría recordar.

Nos convocó el recuerdo de aquel pueblo tan añorado para mi, tan lleno de historia, de infancia, de risas, ese lugar que tanta tristeza y desazón le causó cuando fuimos a recorrerlo y que en cambio a mi, me sumerge en la emoción y en la nostalgia de los momentos mas bellos vividos, la infancia.

 Cuan diferentes pueden ser las miradas sobre un lugar, sobre un mismo hecho, según la vivencia que cada uno albergue.

 Su aire misterioso siempre lo caracterizó, aún luego de muchos años de un silencio profundo y desconcertante, en que lo volví a encontrar, así como así, como si fuera magia.
Supo contarme que su nombre no le gustaba, que cuando nació fue bautizado con el santoral que figuraba en el almanaque de ese día.
Siempre me resultó extraño que no hubiera un nombre pensado para ese niño por nacer, como si hubiera llegado de improviso, sin avisar, así como irrumpía en mi vida, atravesándola por completo.

De niño, según sus decires, solía esconderse en las cercanías de su casa hasta ser atrapado y regañado, y un poco más...
Tal vez Moreno jugaba a esconderse y ser encontrado, como suelen jugar los niños, lo cierto es que generaba inquietud, temor y era castigado, menudo costo pagaba cuando era hallado.

Siempre desde que me lo imagino, gustaba de jugar a las escondidas, a ser atrapado y a sentirse lastimado.

Vivía en una casa de barrio, su padre era un hombre dulce y bueno, aunque por su trabajo se alejaba por largos períodos, su madre según decía era de carácter firme y tal vez autoritario.

 Era un chico popular entre sus amigos y motivo de suspiros entre las chicas del pueblo, tal vez por su postura, elegante, arrogante y misteriosa o por su mirada pícara de ojos claros.
Miles de fantasías despertaba Moreno en mis cavilaciones adolescentes, sobre todo porque así como aparecía, volvía a desaparecer.
Creo que así vivió el resto de su vida, o al menos así lo imagino..

Cuando volví  a encontrar a Moreno entre los avatares de mi vida, despertó en mi las mismas emociones que entonces, aunque también los mas desoladores desconciertos.

En el tiempo transcurrido desde aquel encuentro, lo más constante fueron las alternancias en que "obsequiaba" su presencia.
 Nunca dejó de jugar a las escondidas, buscaba cualquier pretexto para desaparecer.

 Solo deseaba no ser importunado, le gustaba entrar a su " cajita de la nada", ignorando sin perderse detalle de todo lo que sucedía alrededor.

 Le gustaba leer, cuidar cada detalle de su casa, preparar minuciosamente su comida, le agradaba agasajar a sus invitados ocasionales, solía ser un buen anfitrión.
Su departamento tenía no uno, varios toques de sensualidad, en los cuadros, en los colores, en la vajilla, todo colocado en un perfecto orden, como si fueran de exposición.
 No tenía demasiadas posesiones materiales ya que fue despojándose poco a poco de ellas así como de las personas que queríamos quererlo.
Un excelente expositor de cosas y palabras bellas, dignas de admiración, flores, pinturas, velas, libros, que hacían de su morada un lugar exquisito.

La palabra no era su don, sobre todo si daba lugar a algún intercambio.

Decía que no quería discutir porque no sabía, solía ofuscarse fácilmente.
En verdad no quería hablar de "cosas importantes", tal vez no quería sentir o no podía.
Su expresión que más recuerdo en su mirada esquiva era de una ira congelada.
Tan contradictorio era Moreno.

Era un hombre sensible al dolor ajeno, tal vez no pudiera enfrentar su propio dolor.
Tal vez hacía crucigramas mentales tratando de descubrir quién sabe qué, supongo que algunas heridas lo tenían sumido en la frustración, la desconfianza y en su juego de descubrir posibles conspiraciones.

Su trabajo era su vida.
Su éxito profesional su más preciado logro personal y social.

Si bien se convirtió en un hombre de mirada severa, poco expresivo  y distante, a su lado se respiraba perfume de lavandas. En algunas ocasiones era encantador y lograba poner en palabras y expresiones los gritos de su alma.

Sus afectos mas cercanos supo mantenerlos a distancia pero muy cerca de su corazón, con una increíble capacidad de estar cerca en sus distancias con las personas que eran parte de su círculo íntimo.

Se mostraba seguro, afable y sólido con quienes compartía sus espacios de tiempo, demostraba apatía, indiferencia y hostilidad hacia los desconocidos.
Yo era una desconocida que a veces compartía sus espacios de tiempo.

 No se si Moreno aprendió a quererse a él mismo y a parte de su existencia, pero no permitía que nadie mas lo quisiera.
Siempre prefirió la soledad, los días grises y sus libros.

No sé que fue de Moreno.

Tal vez su escondite sea el único refugio y esté haciendo simetrías con sus manos, como a él le gustaba.
No volví a saber de él desde que alguna vez dijo:" mañana te llamo".
Nunca mas llamó.

Los dos sabíamos que no lo haría.
Era predecible, siempre sucedía de la misma manera.

Supe acostumbrarme a los vacíos y silencios que imponía.
No fue difícil aceptar la ausencia, la esperaba. 
Entendí que solo deseaba refugiarse en su mundo, en el que yo no cabía.

Moreno sigue siendo un misterio.

Tal vez porque nunca daba explicaciones, nunca, soberbiamente nunca.
Solo hablaba sin decir, tal vez sin pensar y sin sentir, tratando de que sus palabras no tuvieran significado, para poder cambiarlas a su antojo y sumirse luego en el silencio, un angustiante silencio desvitalizado y frío.

No sé aún si existió o solo lo inventé.

En qué lugar del  pasado habrá quedado su alegría?
En qué lugar del pasado la perdió?

Imagino que viajará por lugares inciertos buscando tiempos pasados, historias truncas, personajes que veía tras lo que miraba con sus ojos perdidos en añoranzas lejanas, a quien miraba cuando me miraba?

Moreno solo existió en aquellos sueños adolescentes, ciertamente nunca fue real, así de caprichosa puede ser la imaginación y dar vida a la fantasía, reinventando a aquel chico imaginado y desconocido con una presencia tan intensa y un vacío tan inexerorable , y es que en su ausencia omnipresente hasta puedo recordarlo, inventarlo, cuando en el duermevela de algunas noches de insomnio entrecortado se aparecen los recuerdos de su presencia y de su ausencia.

Pasaron muchos años, su recuerdo se desvanece, estoy olvidando su voz, sus ojos claros y el lunar en su boca de labios finos.
La verdad verdadera no existe, la fantasía crea tumultuosos enredos en la memoria sin memoria.
La palabra, mis palabras dieron vida  a la imaginación,  mi imaginación, crea realidades tan reales, así como los sueños que  abarrotan la inconciencia de deseos que afloran a la desconcertada duda sobre lo real y lo imaginario.
Y aunque intento percibir sus ojos vivaces e inquisidores y su insinuante mirada, no puedo imaginar ahora, mas que vacío y silencio.

"Y es que lo traumático no es siempre lo que hace ruido, sino lo que queda mudo", dice la psicoanalista Carmen Mallo.
" y desde el silencio hace ruido".






Adri Gorostordoy. Abril de 2016.